Un querido amigo ha publicado en el blog de Cabildo y en Panorama Católico el artículo “Nacionalcatolicismo”. En él sostiene una tesis y muestra datos que la hacen más que verosímil. Mi propósito en este comentario es aportar otros datos en el mismo sentido, y ampliar el alcance de esa influencia a lo que se podría llamar un aporte indirecto (aunque no tanto) de las mismas fuentes.
La tesis: el tradicionalismo católico arraigó en la Argentina, y de allí en otros países de Sudamérica, sobre una feligresía (incluso algún sacerdote y varios seminaristas) de origen nacionalista. Del nacionalismo católico. Coincido completamente. No obstante lo cual, me parece que en su mirada ha querido ceñirse a un núcleo muy acotado, aunque central, porque es fruto de sus recuerdos personales y no un trabajo de investigación. Como tampoco lo será este.
La primera feligresía tradicionalista
Aunque luego se fue ampliando y en la actualidad el tradicionalismo se nutre en proporción importante de “gente de la calle”, y mediante sus obras de misericordia ha incorporado un caudal importante de población socialmente desfavorecida, muy alejada en historia y en formación de los que dieron aquellos primeros pasos fundadores, hay sin duda un aporte inicial de fieles que surgió y otro que sigue surgiendo de esta corriente de pensamiento, el nacionalismo católico. Y en los últimos años, Francisco mediante, se ha sumado gente que viene de institutos religiosos, así como de su feligresía de influencia, que sin ser tradicionalistas sino más bien conservadores en origen han sido inspirados por el pensamiento nacionalista católico en su formación. Indecisos por mucho tiempo, han visto en la resistencia tradicionalista la respuesta posible a esta crisis sin precedentes de la Iglesia.
Razones que explicó claramente Juan Lagalaye: en su tiempo, un grupo de sacerdotes esclarecidos educó a toda una generación en la noción fundamental de la Realeza Social de Cristo. Aves raras en medio de un clero argentino conservador pero poco alerta ante la amenaza del neomodernismo, y muchas veces cómplices involuntarios por ignorancia o por acedia de la recidiva del cáncer modernista fulminado por San Pío X. Recidiva que se manifestó en forma brutal con el Concilio Vaticano II, ante el cual no pocos prelados argentinos también reaccionaron bien, pero reaccionaron poco, y se fueron dando por vencidos, tal vez fundados en la esperanza de que “el próximo papa” corregiría esas desviaciones…
Lo cierto es que, con sus más y sus menos, desde el Concilio las cosas no hicieron más que empeorar, y los lodos del actual pontificado son el fruto final de aquellos polvos. Hoy las cosas son más claras. Mi propósito aquí es complementar con algunos recuerdos propios, naturalmente parciales respecto del cuadro histórico total, el aporte tanto directo como indirecto del pensamiento nacionalista a la fundación del tradicionalismo en la Argentina, lo que explica también esa migración de esta última hora.
El sur también existe
Por lo pronto no me ceñiré exclusivamente a lo que el autor considera “nacionalismo” en su vertiente conocida como “nacionalismo católico”. El mundo en el que yo me formé y milité desde la adolescencia era más amplio y en él convivían personas que habían tomado caminos políticos diversos, aunque todos bebían en forma directa o indirecta de las mismas fuentes, de aquellos célebres pensadores, escritores, apologistas, teólogos y líderes, en algunos casos, de acciones concretas de militancia política. Yo bebí la doctrina en este agua, en el seno de un colegio salesiano, ¡sí, no se espanten!, que ya había sido muy contaminado por el progresismo conciliar, pero conservaba cabezas esclarecidas que nos iniciaron precozmente en los autores y en las realidades necesarias para comprender en profundidad nuestra realidad. El resto del trabajo lo hicieron las hermanas carmelitas de La Plata, cuando nos descubrieron el camino mariano de San Luis María Grignion de Montfort.
Yo supe del P. Castellani, del P. Meinvielle, de Jordán Genta, de Alberto Falcionelli, de los Irazusta, de Ibarguren, etc. -son muchos- por mencionar solo a los locales, en las aulas de historia, en las conferencias, a las que algunos de ellos se acercaba generosamente a ilustrarnos, en la militancia de un núcleo nacionalista liderado (en un sentido intelectual) por el Prof. Juan José Alonso Grela, verdadero formador de generaciones de jóvenes en La Plata, cuna de la segunda capilla de la FSSPX, inaugurada en 1978 por el querido P. Jean-Michel Faure. Y sostenida con enorme esfuerzo por los fieles, que llegaron en los mejores momentos, a rondar las 60 a 70 personas.
De La Plata surgió, también, la primera camada de sacerdotes argentinos formados en Ecône, aunque dos de ellos eran nativos de la Capital Federal, pero todos estudiaban en el seminario diocesano platense. Alfonso de Galarreta, Luis María Canale, Edgardo Albamonte y Andrés Morelo, este último luego causante de un penoso cisma. El primero de la lista es uno de los obispos de la FSSPX, como todos saben.
Luego se sumaron otros, de los cuales destaco al P. Rubén Gentili, pero hay más. La FSSPX ha tenido a lo largo de su historia, en una proporción notable, bajas en su clero. La mayoría de ellos, sin embargo, continúan viviendo sacerdotalmente, ya sea que hayan optado por pasar a la “regularidad canónica” o a otras formas de “resistencia”. Creo que el cuño sacerdotal de Mons. Lefebvre, su fidelidad a los votos, debe destacarse, así como lamentar el desvarío en otros aspectos en ciertos casos.
Los motivos de esas deserciones son variados según los casos, pero pueden reducirse casi a una causa única: la falta de una cabeza lúcida en la Sede Petrina. Enfrentar y resistir a Roma era una tarea monumental para los católicos formados antes del Concilio. En la teoría se podía asumir la posibilidad de que un papa se desviase de la Fe, pero en la práctica, el ejercicio de la resistencia a esos desvíos era otro desafío mucho mayor.
Nuestra generación, en cambio, (corrijo aquí a Juan Lagalaye que me incluye en un listado de personas mucho mayores que yo), si bien fue “de la primera hora” tuvo la ventaja del virus rebelde, una especie de vacuna que nos podía afiebrar un poco, pero en definitiva nos formaba anticuerpos. A algunos, en cambio, la vacuna los enfermó gravemente, y en lugar de resistir las novedades pusieron todo bajo estado deliberativo, hasta el Concilio de Trento. Esta deriva se conoció bajo el nombre general y un poco impreciso de “sedevacantismo”. Porque hay entre los meritorios pilares de la FSSPX en la Argentina alguno que otro “sedevacantista” que reserva su opinión para su intimidad, y apoya el apostolado con perseverancia notable.
Quiero hacer un aparte para aclarar que cuando hablo de las horas en que cada uno fuimos llamados al combate, no pretendo establecer un orden de mérito sino una cronología. La parábola de los jornaleros nos ilustra sobre esta materia de un modo concluyente a fin de que nadie se haga ilusiones.
Figuras de esos tiempos
Siguiendo, pues con el relato, me veo forzado a aclarar algunos puntos que la experiencia personal del autor de Nacionalcatolicismo no alcanzó a registrar. Roque Raúl Aragón, ese personaje cultísimo, autodidacta, ameno y fiel a la tradición y a la patria era una de las figuras de ese elenco de intelectuales platenses (aunque tucumano). Su tocayo Horacio Aragón, militante de la política, alejado de la práctica religiosa, fue un obrero de la última hora. Este ferviente patriota, tras ser elegido diputado nacional por uno de los proyectos políticos de inspiración nacional más exitosos de los últimos decenios, con una salud muy quebrantada, tenía los días contados. En su lecho de muerte pidió un sacerdote “de esos que son amigos de Quantín” (Norberto, uno de los próceres fundadores de la FSSPX en la Argentina). En ese momento el malogrado P. Ceriani lo asistió con su celo característico por las almas y Horacio murió con todos los sacramentos. Es un obrero de la última hora.
Sobre Jorge Cernani Panopoulos se puede decir algo parecido pero no igual. Jorge fue toda su vida un apóstol de la devoción mariana. Al punto de sufrir penurias familiares por sus emprendimientos apostólicos. Apoyó en un principio, luego se mantuvo alejado de la FSSPX, y en sus últimos años, fue a vivir pobremente, en una casita muy sencilla y con la salud quebrantada a la vera del seminario de La Reja. Esos breves años fueron de misa tradicional y con sus nietos en la escuela del Niño Jesús.
En su misa de réquiem, en la iglesia del Seminario, crucé unas palabras con otro histórico militante nacionalista y tradicionalista, muy conmovido en esa ocasión: Ricardo Musckett, “Richie”. Me dijo: “Pensar que él me convenció a mí de la misa tradicional cuando yo no quería saber nada, y luego él se alejó”. Pero la Providencia, que reserva para el momento oportuno la recompensa de la fidelidad, lo llevó a morir allí, a metros de los sacramentos tradicionales. Jorge fue un obrero de la primera y de la última hora, y un obrero permanente de la devoción mariana.
Andrés de Asboth
Un pilar de esta obra, que escapa a la definición de “nacionalista” pero sin embargo se movió con comodidad y fue muy querido en este ambiente fue Andrés de Asboth. Este noble húngaro perseguido por el comunismo, desposeído de todos sus bienes familiares, se instaló en la Argentina y dedicó su vida al apostado. Hombre de familia rica en su origen, vivió gran parte de su vida en una estrechez conmovedora. Su figura gigantesca tenía un aire chestertoniano, porque era como un niño enorme. De gran fineza en el trato y componedor de conflictos. Poco antes de morir me llamó para saludarme, en realidad a mi familia. Yo no tenía noción de la gravedad de su estado de salud. Me habló con sencillez y agradecimiento por cierto servicio que mi esposa y yo le prestamos en un momento que requería asistencia médica urgente, porque no tenía ni seguridad social ni dinero para pagarla. Conservo un precioso libro de su biblioteca que nos regaló en agradecimiento. Luego comprendí que era su despedida, porque hizo lo mismo con muchos de sus amigos. Noble hasta el fin.
Su tumba se extiende junto a la del P. Sánchez Abelenda y más recientemente la de Norberto Quantín en el pequeño cementerio del Seminario de La Reja, con una sencilla cruz y una lápida de granito tosco. Obrero de la primera a la última hora.
Tras Andrés, sería injusto olvidar la figura del Ing. M. Roberto Gorostiaga, un empresario que pudo recursos importantes para sostener la revista Roma, gran difusora de la resistencia tradicional a los desvíos del Concilio y causa eficaz de muchas vocaciones y conversiones desde antes de la FSSPX. Gorostiaga sostuvo las obras de base de la Fraternidad en Buenos Aires, así como el primer edificio del Seminario. Cuando, por razones que no viene al caso referir aquí, el Ing. Gorostiaga retiró su apoyo a la FSSPX, Andrés de Asboth rompió con su mecenas y mantuvo la revista con grandes esfuerzos.
Pero así como estos esforzados y muy meritorios apóstoles de los que hablé arriba no eran “nacionalistas”, eran sí, personas que circulaban en estos ambientes con la credencial de su fidelidad católica, aunque no participaran en la militancia nacionalista católica o tuvieran alguna discrepancia de opinón. Un ambiente muy fluido en el que, según el talante de cada uno, se movían sin conflictos. A pesar de que los conflictos producidos por un cierto espíritu de “capilla” nunca han faltado.
Un “obrero del mediodía” que deseo recordar es Germán Zavalía, “El Negro”. Una tragedia en su vida lo alejó de la Fe. La Fraternidad se la devolvió. Fue un nacionalista de fuste, y a la vez ayudó a la conversión de personas que hoy se destacan por su apostolado en el ambiente tradicionalista. Murió como vivió: dócil ante Dios y retando a los curas por sus debilidades.
El tradicionalismo de otra vertiente, pero de la misma
Creo de justicia recordar al Sr. Albizu y al Sr. López Badra. Ambos tienen historias de militancia muy dignas de mención. el primero entra en las jornadas ya descriptas por Juan Lagalalye. Holofernes López Badra, hombre del sur, ha sido un pilar del apostolado en la zona suroeste del Gran Buenos Aires. Su apostolado constante entre familias humildes llevó los sacramentos a muchísimos niños y sus padres. Ambas familias, Albizu y López Badra, tienen hijos sacerdotes en la FSSPX. Ellos, como otros fieles de la Fraternidad, se han formado bajo la influencia de los maestros clásicos del nacionalismo, y también en la escuela de Carlos Disandro. A Carlos Disandro lo conocí bien y tuve amistad con alguno de sus hijos. En la primera visita pública de Mons. Lefebvre, que recordamos en estas notas, se entrevistó con él. Fue un choque fuerte. No era el mismo espíritu.
Disandro era un ferviente sedevacantista, un gran humanista y a mi juicio un pobre teólogo. Lo que no desdice del agradecimiento debido por lo que aprendí de él. Si la condición de discípulo, cercano o remoto, de Disandro fuera excluyente para ser fiel de la Fraternidad se haría gran injusticia a muchos. Más allá del grado de adhesión a sus tesis teológicas, muchos de los militantes nacionalistas y luego tradicionalistas de la Fraternidad fueron antes alumnos de Carlos Disandro, muchos de los maestros platenses que menciono también lo fueron.
Volviendo a La Plata, hubo otros que fueron de la primera hora del tradicionalismo argentino, algunos discípulos de los hermanos Irazusta, otros integrantes de grupos de militancia política, en aquella Argentina revuelta por la guerra subversiva, en esos días de trágica violencia. De los primeros recordemos a los hermanos Sequeiros; Octavio, fiscal del crimen y profesor universitario de Letras, ya fallecido y Néstor Adrián, latinista, quienes con sus esposas sostenían las lenguas clásicas en la Universidad estatal de La Plata. Octavio, “Piquito”, enfrentó las veleidades de cierto gobernador militar del Proceso que protegía una secta infame, los Niños de Dios, porque los hijos del mandatario militaban en ella. Esto le valió una seria amenaza contra su vida. Néstor, latinista, fue el primer profesor “profesional”, con perdón de la paradoja, de esta materia básica del Seminario de La Reja, cuando se llegaba a él chapaleando barro por el medio del campo. Sus familias dieron hijos a la Iglesia, aunque fuera del tradicionalismo.
Era el momento en que el IVE hacía la guerra contra la FSSPX y el Opus Dei seducía a muchos con la opción del conservadurismo correcto. Luego, un recordado obispo de La Plata, Mons. Galán, renovó el aire viciado que había impuesto Mons. Plaza, como obispo un excelente empresario. Se abrió la misa tradicional bajo indulto por vez primera en la Argentina, que yo sepa. De allí nació también Miles Christi, que es formalmente una “minifraternidad”, aunque hasta ahora sin una respuesta definitiva al gran desafío: la misa tradicional.
Decadencia de la capilla de la FSSPX en La Plata
Lamentablemente una sangría de jóvenes, en general por razones de vocación, y –digámoslo también- cierta desatención de sus necesidades apostólicas, quitó vitalidad a esa capilla, que fue sostenida hasta el final de sus días por otros muy meritorios nacionalistas fundadores: los hermanos Villaamil, entrerrianos radicados en La Plata. Cabe mencionar allí a amigos de origen nacionalista que hoy están más o menos cerca, con relaciones amistosas con la FSSPX: Guillermo Cardinali, abogado, su esposa, Norma y toda su familia, por ejemplo. Desde el interior de la provincia de Buenos Aires asisten a las misas de la capilla de Tandil en la finca Las Dinas, propiedad de la familia Panighetti, viejos militantes nacionalistas también, y con una hija religiosa en esa institución.
Un cierto descuido de la feligresía de La Plata por parte de la FSSPX, decía antes, permitió su decadencia. Errores que se pagan caro a lo largo del tiempo, porque aún no se ha podido restablecer en ese lugar donde hay un campo enorme de apostolado.
Falange de Fe
Otro tema que me parece importante destacar es la importancia que tuvo un grupo político religioso llamado Falange de Fe en la primera visita formal de Mons. Lefebvre a la Argentina. El grupo se sumó a la organización de esta visita para esa fecha aportó gente de La Plata y participó muy cercanamente de los acontecimientos de aquella semana larga. Otros militantes provenían de Córdoba, Mendoza y otras provincias. Algunos de sus hijos son hoy sacerdotes de la FSSPX.
Muchos otros movimientos e institutos religiosos o laicos inspirados por sacerdotes se han ido luego acercando a la FSSPX. Los promotores de la Misa Latina en Buenos Aires, tras años de insistencia y falsas promesas, muchas de ellas de Jorge Bergoglio, en cabeza de Luis Seligmann Serantes y Felix Doufourq. Ellos mismos o sus hijos reciben hoy la asistencia de la FSSPX.
En cuanto a mí, con perdón, debo dejar en claro que he empeñado toda mi vida, desde mi primera juventud (tenía 22 años cuando participé de las jornadas históricas de la venida de Mons. Lefebvre), y llegué hace mucho a la convicción de que la FSSPX es el instituto más fiel lo esencial de la Iglesia tradicional. No gozo, sin embargo, desde hace tiempo, de las simpatías de muchos de sus superiores, por motivos que no me quedan del todo claros. Digo esto porque da más valor a mi testimonio: no soy un hijo dilecto ni mucho menos.
He conocido en ella a sacerdotes injustos, imprudentes, autoritarios y hasta un poco necios. Y a muchos de gran santidad de vida y cabezas brillantes. Debo decir que la gran mayoría de ellos, de todos ellos, ha sido siempre fiel a la Fe y a la misa. Han sido sacerdotes dignos, más o menos virtuosos pero dignos del nombre de tal. Lo cual es una prueba casi irrefutable de que la FSSPX es parte de la Iglesia, tal vez la mejor parte. Pero no una parte impecable ni necesariamente comprensiva con todas las personas ni en todas las circunstancias. Tal vez por la sencilla razón de que eso es imposible.
Y sin embargo han sido sus sacerdotes los que no solo me han sostenido en la Fe, y en las tribulaciones (a veces causadas por otros sacerdotes), sino también a mi familia. Ha sido para mí como la Iglesia, íntegra en la Fe y en la liturgia, falible en la conducta de algunos de sus miembros, ejemplar en la fidelidad en su conjunto.
Y ella fue posible en gran medida en este lugar del mundo por esta causa segunda argentina tan propia, una de sus glorias en medio de tantas miserias: el Nacionalismo Católico.
Nota. Agradezco a Juan Lagalaye esta excelente iniciativa de aportar recuerdos de aquellos días tan importantes a los que no se les ha dado el espacio que merecen. Lo mismo que a muchos protagonistas olvidados. Y serán bien recibidos todos los aportes de otros que vivieron ese tiempo. Siempre que se haga con el espíritu liberal con que hemos decidido encarar estos recuerdos. Liberal según la acepción tradicional del término, claro.