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Channel: Panorama Católico Internacional - Fraternidad Sacerdotal San Pío X
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Comunicado de la FSSPX sobre Misericordia et Misera

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El 21 de noviembre 2016, la Santa Sede publicó la Carta Apostólica del Papa Francisco Misericordia et misera, firmada el 20 de noviembre. En el n° 12 de este documento, el Santo Padre extiende más allá del Año de la Misericordia la facultad de confesar concedida el 1 de septiembre de 2015 a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X

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Nuevo parto de los montes: Francisco furioso

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Tiempo raro el que vivimos. Mientras temblaban la placas tectónicas en el Cono Sur y en el Japón, Francisco daba a luz otro documento. Como en la fábula clásica, tantas veces recordada, fue otro parto de los montes. Tembló la tierra y dio a luz… un ratoncito.

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Contradicciones de un jubileo que llega a su fin

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A estas alturas no se entiende qué necesidad pueda haber de un acuerdo entre Roma y la Fraternidad fundada por monseñor Lefebvre, dado que la postura de los mencionados sacerdotes está de hecho regularizada, y que los problemas que aún están sobre el tapete, como salta a la vista, son de escaso interés para el Sumo Pontífice.

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¿En vísperas del cisma?

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Es posible que en breve haya un cisma en la Iglesia. Pero los acusados de cismáticos, como ha ocurrido antes, no serán quienes lo provoquen sino quienes lo enfrenten.

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¿Acuerdo canónico a la vista?

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El 29 de enero de 2017, Mons. Bernard Fellay otorgó una entrevista a un programa de radio de una cadena independiente de Francia. Durante ese breve diálogo el Superior General de la FSSPX respondió algunas preguntas que dieron pie a interpretaciones en el sentido de un cercano final de las largas negociaciones para una regularización canónica.

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Santo Subito, un artículo sorprendente

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Varias veces, desde estas páginas hemos pedido a los católicos más tradicionales, a los que desde el tradicionalismo solemos llamar "conservadores" o, en la Argentina más comunmente "línea media", un reconocimiento de la virtudes de Mons. Marcel Lefebvre. Y también de la obra providencial que su instituto realiza en el mundo entero.

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Los Días como Flechas…

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Las cosas pasan en montón y a gran velocidad. Los días se suceden casi sin que los podamos contar. Gran excitación entre los que siguen los acontecimientos de la Iglesia en este Centenario cargado de esperanzas sobrenaturales frente a una realidad que destroza todas las esperanzas humanas. Nos tienta el error de anticiparse a la Providencia.

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Baciyelmo y confusión diabólica

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En estos días estuvimos expectantes o “suspendidos”, como diría Cervantes, ante las noticias sobre el “inminente” –ahora viene la parte difícil- “acuerdo” o “regularización” canónica de la FSSPX. Y el “o” en este caso manifiesta oposición. Uno u otro. ¿Se trata de un “yelmacuerdo” o de una “baciregularización”

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Fraternidad San Pío X: ¿Menzingen en Roma?

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En un artículo aparecido en la edición del 24 de Febrero del Il Floglio, y luego reproducido por la agencia de noticias cath.ch el 25 de febrero, el periodista italiano Matteo Matzuzzi anunció la compra inminente por parte de la FSSPX de un complejo edilicio que incluye una iglesia de estio neogótico, Santa Maria Immacolata all’Esquilino, en Roma.

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Francisco, la FSSPX y Fátima

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Ningún lector regular de Panorama Católico puede dudar de mi posición ante Francisco, el papa Bergoglio. Y esto no lo digo porque mi opinión tenga alguna importancia, sino solo para orientar a quien tenga ganas de leer lo que sigue.

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¿Por una Entente Doctrinal?

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Dos puntos hay que distinguir en esta discusión: la licitud de cooperar con un papa modernista y la oportunidad de recibir un reconocimiento canónico de él. Aquí un artículo del P. Jean-Michel Gleize en que toma posición fuertemente en el debate.

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Legitimidad y Oportunidad: un debate dentro de la FSSPX

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Como es público, en los últimos meses ha habido una serie de debates dentro de la FSSPX. El tema es, más allá de ciertas cuestiones ocasionales, la diferencia de criterios sobre la legitimidad de aceptar una regularización canónica y sobre la oportunidad de hacerlo en este momento.

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Pasan cosas lindas…

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Así comenzaba una publicidad de no se qué en otros tiempos. “Pasan cosas lindas…”  Hagamos una breve crónica de lo que ha sucedido en los últimos días y tal vez encontremos alguna “cosa linda”.

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Francisco, la Summorum Pontificum y la FSSPX

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Hasta ahora la jerarquía nunca ha emitido ningún documento formal prohibiendo el Rito Tradicional, sino que la censura fue principalmente de orden práctico. Muchos obispos y sacerdotes argumentaban que “ha sido prohibido”, y haciendo abuso de su autoridad han rechazado durante años los pedidos de los fieles. 

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Nacionalcatolicismo

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El hecho sucedió unos cuantos años atrás, residiendo Mons. Williamson en La Reja, cuando un vecino -y feligrés, por así decir, del seminario- llevó para entrevistarlo a un destacado catedrático español, además de dirigente tradicionalista, aún sobreviviente. El prelado, sin darle tiempo de rearmarse después del homenaje efectuado en razón de su investidura, le preguntó qué podía ofrecerle el carlismo a la Iglesia, respondiendo su interlocutor, impertérrito, con otra interrogación: ¿qué podía ofrecerle la Iglesia al carlismo?

El diálogo, de tal manera encarado, podría parecer surrealista, atento la irrelevancia mundana de los personajes, pero, exhibe toda la potencia de una cuestión planteada desde los principios del cristianismo: la relación entre la religión y la política.


No es ésta la oportunidad de resolverla ni tengo la idoneidad para hacerlo, aunque, a modo de "trazar unos palotes", puedo configurarla bastamente, sosteniendo que la teología justifica la política y que este humano quehacer encuentra su plenitud al posibilitar la expansión de la religión, requiriéndose en procuración de dicho objetivo un ambiente propicio, que es el de comunidades ordenadas. Fue así que la unión del Trono y el Altar permitió la existencia de sociedades cristianas, en las que la multitud de los hombres eran beneficiados por la facilidad con que la Iglesia daba cumplimiento a su misión principal: la salvación de las almas. A lo largo de los siglos se las presentó como el modelo a seguir y la primera, la nación armenia, con la conversión de su rey por San Gregorio el Iluminador, recién iniciado el siglo cuarto.

Mas, esa edad dorada quedó atrás y, de un tiempo -largo- para acá, las cosas no pintan sino para empeorar. Mientras tanto, ¿la Iglesia, como institución espiritual, ha quedado sola para conducir al rebaño a su destino definitivo? No siempre, puesto que en algunas ocasiones, pocas es verdad, aparecen movimientos de carácter político, animados del propósito de restaurar el ideal de la Cristiandad, aunque reducidos por las circunstancias históricas al ámbito de las naciones, que, aun fracasando en el intento, allegan prosélitos a la grey o los disponen para el superior cumplimiento de los deberes religiosos.

Solía contar mi suegro, militante de la Acción Francesa en su juventud -"camelot du Roi" primeramente y después secretario de Maurras- que no era imprescindible la profesión de fe católica para ingresar al movimiento, pero que, una vez adentro, los que carecían de tal condición, incluso muchos judíos, se convertían en gran número.

Entre nosotros, cierta analogía existió con el nacionalismo, al que por razones que inmediatamente expondré, sólo cabe adjetivar con el complemento de argentino, constituyendo su peculiaridad de que quienes en los orígenes del movimiento provenían de otras corrientes políticas -radicales o conservadoras, por propia actividad u origen familiar-, en la casi totalidad llevaban consigo el substrato católico, como puede ponerse de ejemplo a los Gallardo, los hermanos Irazusta o don Carlos Ibarguren. Es decir, que la condición de católicos comprendía a la generalidad, pero el aporte que el nacionalismo les dio, a través de preclaros sacerdotes y laicos, fue el de preservarlos del modernismo que ya entonces campeaba en varios y encumbrados ambientes eclesiásticos; en tal sentido, cabe recordar la huella trazada en toda una generación por los Cursos de Cultura Católica, de cuyos benéficos efectos todavía gozamos.

Volviendo a las características del movimiento aludido, corresponde señalar como sus notas distintivas la adhesión al pensamiento católico tradicional y el esfuerzo de recuperar para la cultura y la actividad pública argentinas los elementos principales de la herencia hispánica. El acceso al poder le fue imposible por razones que no viene al caso exponer o someter a debate en esta oportunidad, pero sí fue capaz de conformar una corriente de pensamiento singular, que nutrió a sus adherentes de una personalidad muy definida, fácilmente reconocible para los afines cuanto a los hostiles, contándose entre estos a la inmensa mayoría de los que integran la llamada clase política, circunstancia que lejos de menoscabar la fama de los repudiados la enaltece.

Hasta me animo a sostener, que en estos tiempos, al vernos urgidos a precisar una identidad, hacerlo como nacionalista, aun en términos religiosos, es más sencillo que como católico, ya que dicho calificativo, lamentablemente, poco sirve hoy para definir. Las enseñanzas y el ejemplo de sacerdotes como los padres Meinvielle y Castellani, los frailes dominicos Alberto García Vieyra y Mario Pinto y de mayor proximidad generacional a nosotros, el padre Alberto Ezcurra -porqué no incluir en esta nómina al padre Osvaldo Lira Pérez, amigo de la Argentina y de tantos de los mentados en este artículo-, señalaron un derrotero espiritual que, partiendo de la buena teología, se proyectó al ámbito de la política. Así, el más puro catolicismo, en la Argentina, pudo mamarse en fuentes nacionalistas.

Sin embargo, al movimiento aludido todavía le cabría cumplir un papel en auxilio de la Santa Iglesia, no ya de carácter meramente intelectual, sino vinculado con la actividad específicamente pastoral de ésta. En una época en que malos pastores y falsos profetas sobreabundan, hizo posible -de manera singular- que un buen pastor estableciera entre nosotros una obra genuina de restauración católica y, a partir de ahí, en el resto de América, poniendo a su disposición, como hemos de ver, medios pequeños pero eficaces. Por lo demás, en medio de la obscuridad en que vivimos, tal hecho debe animarnos, porque bien puede entenderse como un privilegio -gracia- para la Argentina.

A cuarenta años del suceso, encontramos una obra consolidada, que se inició y creció con la indiferencia si no hostilidad de los poderes mundanos, la prensa, en particular, como uno de los preponderantes. Esa situación de desamparo desmentía a los detractores, que la acusaban de cismática, cuando es característica de tales segregaciones el concurso necesario de sectores gravitantes para sostenerlas; muy distinto ha sido su caso que, aparte del pequeño rebaño que la acompañó, no tuvo otra fuerza que la de la Verdad, que confesó sin cortapisas.

Poniendo esta cuestión en el punto debido, atento que aún hoy sectores ubicados en las antípodas, pero también algunos de los que gozan de los beneficios litúrgicos procurados por dicha congregación, se empeñan en excomulgarla, el propósito expresado por el papa emérito de "llegar a una reconciliación en el seno de la Iglesia" (carta a los obispos del 7/7/2007, acompañando al "motu proprio") la aclara suficientemente. Y sus sacerdotes tienen el reconocimiento pleno de las mismas autoridades que durante décadas pusieron obstáculos a su apostolado, pasando de la condición de leprosos a poseer certificado de buena salud, sin mediar retractación alguna ni enmienda en su conducta, empleando para la cura de las almas la medicina acostumbrada: los sacramentos de siempre.

El miércoles 20 de julio del 1977 llegó monseñor Marcel Lefebvre a la Argentina, culminando un periplo americano iniciado con breves visitas a Colombia y Chile. No fue la primera vez que estuvo entre nosotros: no más de cinco años antes, pero, en todo caso, cuando ya el de Ecône era denunciado por el episcopado francés de ser un "seminario salvaje", predicó a los seminaristas de la diócesis de Paraná los ejercicios de iniciación de cursos. Quedó como anécdota simpática el testimonio de uno de sus ocasionales anfitriones, quien advirtió en el gesto siempre sereno del prelado una cierta sorpresa, al ver que monseñor Tortolo, recorriendo algunos de los poblados cercanos (Puerto Sánchez y barrio Maccarone), arrojaba al voleo "medallistas milagrosas", prestamente recogidas por los chiquillos acostumbrados a tales distribuciones; aparentemente distaba ésa de ser una práctica corriente, no digamos en Europa sino que tampoco en África. La afinidad que trasluce dicha recepción, conjuga con el consejo dado por el arzobispo de Paraná -presidente también de la Conferencia Episcopal Argentina- al joven Jean-Michel Faure, "pied-noire" refugiado en la Argentina, de orientar su vocación sacerdotal al seminario suizo.

Esta última referencia sirve para poner de manifiesto que la empresa de monseñor Lefebvre no partía de un empecinamiento personal y que, por el contrario, era apoyada por obispos que desde el transcurso de las sesiones conciliares demostraron preocupación por la deriva a la que se deslizaba la Iglesia. Pero, le tocaría a él llevarla a cabo en impiadosa soledad -sólo atenuada por la heroica compañía de monseñor de Castro Mayer-, que tuvo para un hombre de su honda sensibilidad católica, el carácter de martirio.

Volviendo a esas jornadas fundamentales para el destino del catolicismo en estos lares, cabe recordar que la primer misa pública, anunciada para celebrarse en una precaria edificación ubicada en Villa Soldati en el mismo día de su llegada al país, fue impedida por acción de la Policía Federal: el presidente Videla, católico liberal, no quería malquistarse con el ordinario del lugar, de su misma "religión".


Tres días después, hacia el mediodía, pudo oficiarla en una capilla puesta bajo la advocación de Santa Leonor, erigida en la quinta homónima de la localidad de Hurlingham, cuyos propietarios fueron originalmente el matrimonio constituido por don Carlos E. Rudin y doña Leonor R. G. de Rudin, sepultados allí. La concurrencia fue numerosa y la presencia policial discreta y en nada intimidante, pues, al almirante Massera, a cuya influencia respondía el gobierno bonaerense, no le interesaba agradar a la jerarquía eclesiástica y sí incomodar a su par del Ejército. Y ya que del ámbito militar se trata y también de nacionalistas, puede destacarse que estuvo ahí el padre Roque Puyelli, capellán entonces de la base del Palomar y posteriormente capellán mayor aeronáutico, castigado con un arresto en razón de ello por el jefe de la unidad, como demostración de que tampoco ese "orden" fuese sumamente monolítico ; años antes lo había conocido, acompañando a un grupo de amigos presentados por Juan Carlos Goyeneche, agasajándonos en el casino de oficiales.

Siempre digo, acudiendo a una imagen acuática, que atravesar el arroyo Morón -límite natural de las localidades de El Palomar y Hurlingham- fue una suerte de "cruce del Rubicón", por lo que esa jornada significó para no pocos de los asistentes. A diferencia de los franceses, curtidos por la arbitraria excomunión impuesta a los miembros de la Acción Francesa y levantada por el papa Pío XII apenas asumido el pontificado, los argentinos no estábamos entrenados en la resistencia a las desmesuras de las autoridades romanas, acéptandolas con una docilidad despareja a la exhibida respecto de los poderes civiles, que para el caso no eran beneficiados con una hermenéutica rigorista de la epístola primera de San Pedro (2, 13-17) aunque, justificándonos por el desorden sobreviniente a la derrota de nuestro príncipe cristiano en Caseros.

Recuerdo, habiendo tocado el punto atinente a los problemas de conciencia planteados por la adhesión a un obispo suspendido por el Vaticano, que contemporáneamente a los hechos relatados, se efectuó una reunión de los integrantes de la cátedra de Filosofía del Derecho que el Dr. Guido Soaje Ramos tenía en la Universidad de Buenos Aires. En su transcurso, debatiéndose la actitud a tomar frente a los mismos, uno de los auxiliares, un fiscal rosarino de ascendencia inglesa, expresó entender las razones de la disidencia del prelado, al ser la nueva misa similar a la anglicana que frecuentaba antes de su conversión, pero que estaba impedido de acompañarlo para no enfrentar a Roma nuevamente, luego de permanecer mucho tiempo separado de ella, obviando la advertencia paulina a los cristianos de la Urbe, de que la primer obediencia es a la Fe, determinada ésta por el rito: "lex orandi, lex credendi". Como consecuencia de dicha reunión, Félix Adolfo Lamas, adjunto, y Augusto José Padilla y yo, auxiliares, manifestamos la voluntad, concorde con la del maestro, de adherir simplemente a la posición de monseñor Lefebvre.

Pero, siendo ya oportunidad de ir al grano, es decir, de presentar los elementos que abonan la tesis propuesta, corresponde evocar aquello que, salvo prueba en contrario, constituyó la primer aproximación de una organización argentina a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Con una precisión temporal que desconozco, puesto que mi narración no es el resultado de una indagación sino de comentarios oídos en tertulias informales, fue que, aprovechando un viaje de Norberto Quantin a Europa, sus amigos -camaradas- de Patria Grande le encomendaron la misión de ir a conocer dos reductos de los que acá se tenían noticias como focos de resistencia a los desvaríos conciliares: el Palmar de Troya y Ecône.

El primero de ellos fue rápidamente abandonado por el visitante, como era de suponer para alguien habituado a desentrañar todo tipo de personalidades, experiencia adquirida en su extenso y provechoso ejercicio de la función judicial. Muy distinta fue la impresión causada por el seminario de la FSSPX y el juicio consecuente. Con tal conocimiento, ese grupo de amigos, activo propagador del ideario nacionalista y particularmente allegado al padre Castellani, cuando se produjo la visita de monseñor Lefebvre, puso a su disposición el local de la avenida Entre Ríos 181, donde el prelado pudo por fin dar una misa pública en la ciudad de Buenos Aires, poco antes de regresar a Europa. Y a partir de ahí y allí mismo, desde el primer domingo de agosto hasta fines de noviembre del 1977, los padres Faure, Raúl Sánchez Abelenda y Antonio Félix Mathet, celebraron misa los domingos para la feligresía trinitaria (no debiéndosela llamar porteña, por la inconveniencia de emplear tal gentilicio). Poco tiempo después, se inauguró un nuevo centro de misas, a media cuadra de la estación Martínez, aprovechado por los vecinos de la zona norte, en la casa del generoso matrimonio formado por Lito Hernández y Blanquita del Águila -entusiastas militantes nacionalistas-, que se mantuvo por más de diez años, hasta la inauguración de la capilla de Nuestra Señora de Fátima.

Habiendo mencionado al padre Mathet, merece destacarse que él también era nacionalista. Fue el primer sacerdote argentino perteneciente a la Fraternidad. Ordenado por monseñor Tortolo, inició su ministerio en la iglesia de La Paz (ER), donde prontamente tuvo problemas: el párroco lo denunció por recitar la fórmula de la consagración en voz baja y en latín. Indudablemente, el obispo, para preservarlo de tan molestas intromisiones, valiéndose de la función que desempeñaba simultáneamente -vicario castrense- lo destinó al Hospital Naval como capellán.

Disponiendo de los medios necesarios para llevar adelante su apostolado ¿qué más necesitaba la FSSPX para poder arraigar? Una feligresía. Y ¿qué eran Alberto G. del Castillo, Víctor Eduardo Ordóñez, Emilio Samyn Ducó, Fernando Olmedo Alba Posse, Julio Lazcano Bilbao la Vieja, María Rosa González Pondal, Federico González Pondal, Jorge Florentino Fonseca, Silvia Teresita Cabrera, Juan Carlos Siris, Ricardo Muskett, Francisco Olmedo, el comodoro Ricardo Castellano, Alberto Falcionelli, José Ma. Racedo, Alberto Boixadós, Olga Moreno, Marcelo Agustín González, Alberto Santos, Tomás Richards, Graciela Llosa de Genis, Roque Raúl Aragón, Bernardo Lazarte, Julio Posse Terán, Héctor Ma. Couto, el coronel Ricardo Llambías, Vicente G. M. Massot, Federico Domínguez, Horacio Aragón, el coronel Roberto Caballero, Gerardo Valenzuela, Roberto Fattorini, Jorge Mastroianni, Juan Antonio Vergara, Orlando Juan Gallo, el comodoro Conrado Antonio Dans, Margarita Delfina Demontis vda. de Quantin, Adolfo J. Astinza, ... ? Entiendo que esa sola enumeración despeja cualquier duda. Lejos está de ser exhaustiva -pido disculpas a aquéllos a quienes involuntariamente omito, pero quiero evitar endilgarles el sayo cuando carezco de certeza de que les quepa- aunque sí ilustrativa de la situación dada en los comienzos, en que los miembros de la "facción", en muchos casos con numerosa prole, dejaban pocos lugares en la platea.

A esa bienvenida se sumó prontamente el carlismo neto de Pichimahuida, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Pampas, educando a nuestras niñas en la SAS y fortaleciendo a los jóvenes en las cabalgatas y, de manera similar a lo sucedido en Mendoza y Alta Gracia -merced al concurso de familias ejemplares como las de don Rubén Calderón Bouchet y el maestro Soaje-, permitiendo el despliegue de la FSSPX con la edificación de templos y escuelas.

Hubo también expresiones de apoyo a monseñor Lefebvre y su obra provenientes de organizaciones o personalidades nacionalistas que tomaron estado público, disonando con las abrumadoras manifestaciones de repudio que difundían la generalidad de los medios de prensa. En la edición del diario La Nación del 23/7/77, se daba cuenta del recurso de amparo interpuesto por los Dres. Carlos A. Galíndez, Federico Ibarguren y Roberto H. Marfany y el escribano Pedro Alberto Millán por la "prohibición de que oficiara misa en nuestra capital" y de la declaración emitida por el Ateneo de Estudios Argentinos con la firmas de sus presidente -Félix Adolfo Lamas- y secretario, en la que consideraba "un deber sagrado saludar a tan digno visitante y adherir a su heroica lucha en defensa de la integridad de la tradición". La revista Cabildo (que dirigía entonces Ricardo Curutchet), símbolo por excelencia de dicha corriente en las últimas décadas, en editoriales y artículos respaldó a la católica empresa, informando, además, sobre lugares donde se celebraban las misas.

Afirmé que el nacionalismo argentino apoyó de manera singular a monseñor Lefebvre en el difícil momento de la visita evocada. Lo hizo a través de las acciones reseñadas, a diferencia de otras organizaciones que, puestas a analizar la situación de la Iglesia, sostenían opiniones coincidentes. Recuerdo que en los primeros días de la segunda semana de su estadía en la ciudad de Buenos Aires, fuimos recibidos por el prelado en una audiencia concertada con anterioridad, Félix Lamas, Juan Bautista Thorne y yo, en la casa del escribano Marcelo Ferrari y su esposa, doña Mercedes de Anchorena. Nos tocó pasar después de haberlo entrevistado el Dr. Cosme Beccar Varela (h.). Desconozco, ciertamente, los detalles de esa conversación pero no, que tanto él como la sociedad que entonces lideraba -TFP-, omitieron cualquier tipo de declaración pública y que sus integrantes no engrosaban la feligresía aludida; por el contrario, su padre, generoso benefactor de la Fraternidad, su madre, doña Julia Helena Sundblad y su hermana Paz, siempre concurrieron a las misas celebradas en Martínez.

En cuanto a la reunión que en representación del AEA tuvimos con monseñor Lefebvre, cabe señalar que nuestro portavoz orientó la plática al juicio que le merecían distintos políticos católicos, expresando su simpatía hacia el inolvidable Blas Piñar y gran admiración por el estadista portugués Antonio de Oliveira Salazar.

De ese espectro católico conservador referido -denominémoslo así, porque era entonces la forma de identificarlo- no participaba la revista Roma (cuyo consejo patrocinador integraba el capitán de fragata Jorge Rafael Rubio), que era en sí una institución, sostenida en el esfuerzo del ingeniero Mateo Roberto Gorostiaga y de Andrés de Asboth, como tampoco la Falange de Fe y los Caballeros de María Reina (Jorge Sernani Panopulos y Alberto Mensi).

El resto de ese ambiente, conformado por los sectores católicos "ponderados", mantenía una actitud de indiferencia cuando no de hostilidad, la misma que señalé de parte de los poderes mundanos, respecto de la nueva congregación. Recuerdo, que en el transcurso de una "semana tomista", a la que asistieron seminaristas de La Reja por la misma razón con que eran estimulados a hacerlo los estudiantes universitarios, el rector de la UCA, considerado por muchos de los que nutrían a dichos sectores la encarnación local del Aquinate, advirtiendo su condición de "rebeldes" -si la sotana la usaban sólo ellos en el estamento clerical- dispuso su expulsión; era el mismo que despidió en el 1971 a Alberto Casas Riguera, secretario de redacción de la revista Universitas, por publicar un artículo del padre Meinvielle acerca de la teología de Rahner. Afortunadamente, algunas veces -pocas- llegaron los consuelos, como cuando monseñor Bonamin fue a conocer la capilla de la calle Venezuela, expresando con su voz potente y ronca al padre Mathet, su antiguo subordinado castrense, que monseñor Lefebvre había hecho lo que ellos no se atrevieron.

Creo haber puesto en evidencia en estas líneas el obrar unánime de la FSSPX y entidades y miembros -algunos de ellos destacados- del nacionalismo en los primeros tiempos de establecida la congregación entre nosotros. Ese momento fue contemporáneo al que podemos señalar como el que marcó la acentuación de nuestro proceso de decadencia. Contra tal declinación dicha corriente política poco pudo hacer, puesto que, a pesar de haber contado con los mejores pensadores que tuvo la Argentina en el siglo veinte, que iluminó las inteligencias y animó las voluntades de un sinnúmero de hombres de bien, algunos mártires, nunca tuvo influencia decisiva en el regimiento de la nación. Ello podría significar un fracaso para quienes orientaron gran parte de sus vidas a la actividad política. Pero, con la aquí reseñada, dieron la posibilidad de que la Patria recuperara la Santa Fe, el don más preciado recibido de España, prestándole así, quizás, su mejor servicio y sea éste la semilla de impensados bienes.

Mi reconocimiento, por haber permitido la precisión de algunos hechos de la narración, a las Sras. Lidia Lavalle Cobo-Rudin y Mercedes Ferrari-Anchorena de León y al padre Gerónimo Fernández Rizzo, secretario personal de monseñor Tortolo y valiente capellán castrense depuesto en acto de servicio, viejo compañero mío del Colegio Manuel Belgrano (
]]>![cdata[HH.MM]]>![cdata[), que mantiene inalterables sus ideales de juventud, cuando militaba en la Guardia Restauradora Nacionalista, agrupación fundada por el padre Julio Meinvielle. También a mi mujer, Clarita Falcionelli, por haberme animado a escribir esta memoria, para manifestar la gratitud debida por los beneficios recibidos.

Juan Lagalaye es:
Miembro titular de la Hermandad Nacional del Maestrazgo (España)
Miembro fundador de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII ( República Argentina)

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Bergoglio, más popular en Twitter que en Roma

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Según las cifras publicadas por Radio Vaticano el 15 de julio del 2017, el Papa Francisco, cuya cuenta @Pontifex existe en nueve idiomas distintos, tiene más de 35 millones de seguidores en Twitter. La cuenta fue abierta por Benedicto XVI en diciembre del 2012, y tiene más seguidores que la cuenta del presidente Donald Trump (33 millones), la del Dalai Lama y la de cualquier otro líder político o religioso.

En la lista de las 100 cuentas de Twitter con más seguidores, la del Papa Francisco es la número 28. El grupo más grande de seguidores del papa argentino está formado por hispanoparlantes, con 13 millones de seguidores. Desde el inicio de su pontificado en marzo del 2013, el papa ha enviado alrededor de 1,250 Tweets. En Instagram, el Santo Padre tiene más de cuatro millones de seguidores en su cuenta @Franciscus.

Paradójicamente, la noticia de su creciente popularidad en línea coincide con la constante caída en el número de fieles que asisten a las audiencias de la Plaza de San Pedro, anunciada en un artículo escrito por Valentina Conti, el 2 de julio del 2017: "Si se observan las cifras proporcionadas por la Prefectura de la Casa Pontificia, desde el 2015 una lenta pero constante hemorragia ha adquirido proporciones preocupantes en poco menos de dos años." En 2013, el primer año del pontificado del Papa Francisco, 1,548,500 fieles estuvieron presentes en un total de 30 audiencias; en el 2014, 1,199,000 fieles asistieron a 43 audiencias presididas por el papa, para el 2016, el total apenas se acercaba a los 400,000. Si se observa detalladamente, las audiencias papales fueron seguidas por un promedio de 51,617 personas en el 2013, 27,883 fieles en el 2014 y 14,818 en el 2015. La tendencia parece apuntar hacia una mayor disminución en el futuro...

Hace un año, el periodista Antonio Socci escribió el artículo titulado Cifras Desastrosas Muestran la Disminución en el Número de Fieles que Asisten a las Audiencias de Bergoglio. De hecho, el Vaticano se encuentra cada vez más preocupado porque desde los últimos dos años, la gente ha estado, literalmente, huyendo de Bergoglio, y se habla de "cifras terribles." Su colega, Sandro Magister, de L'espresso, también habló sobre información desastrosa en la disminución del número de fieles en las audiencias de Bergoglio. (Por regla general, los vaticanistas romanos se refieren a los papas por sus apellidos: Papa Roncalli, por ejemplo, para referirse a Juan XXIII. - Nota del Editor).

En el diario Corriere della Sera, del 4 de julio, Massimo Franco señaló, no sin un toque de ironía: "Desde hace un par de meses, se ha observado una leve pero importante novedad en el restaurante del Domus Sanctae Marthae, la residencia papal dentro del Vaticano. La mesa de Francisco ya no se encuentra al centro de la habitación, donde solía estar. Ahora se encuentra en la esquina, y Bergoglio come en compañía de un pequeño grupo de invitados selectos, dando la espalda al resto de la habitación."

Varios observadores romanos han intentado explicar el aislamiento del Papa Francisco. El 13 de julio, el vaticanista Sandro Magister hizo mención del comentario hecho por el progresista Pierfrancesco Stagi, profesor de filosofía en la Universidad de Turín, sobre el último libro de su amigo Gian Enrico Rusconi, progresista también, quien es profesor emérito de ciencias políticas en la Universidad de Turín, y autor de La teologia narativa di papa Francesco, publicado este año por Laterza Editions, en donde evoca "una narrativa que siembra dubia."

"Francisco ya no enseña del mismo modo que lo hacía el profesor Ratzinger, sino que relata, narra un episodio y hace comentarios sobre él. Se trata de una 'teología narrativa', según la definición de Rusconi: 'Bergoglio quiere revitalizar, a través de la teología narrativa, los eventos bíblicos y evangélicos, presentándolos como si fueran acontecimientos cotidianos del presente.' Sin embargo, este tipo de hermenéutica, basada en discursos poéticos y alusivos y en discrepancias semánticas constantes, según las cuales es raro que un mismo término defina un punto de referencia preciso y estable, (Somos nosotros quienes hacemos hincapié en este punto. - N. Ed.) crea un gran número de dubia, mismas que no pueden pasar desapercibidas, no sólo para los cardenales, tan obstinados como fervientes, sino también para los filósofos seculares, como Rusconi (y otros), porque amenazan con socavar el proyecto de reforma de Bergoglio en sus cimientos. Existe el riesgo de que deje el campo abierto a improvisadores de la palabra, quienes podrían sembrar más dubia, en vez de aclarar las ya existentes."

Es así como este magisterio, descrito por otros, además del profesor Rusconi, como "flotante" o incluso "líquido", es la supuesta causa detrás de la falta de visibilidad doctrinal y la pérdida de interés por el Papa Francisco, incluso de parte de los progresistas que aprueban su reformismo.

A fortiori, este criticismo se vuelve más severo viniendo de conservadores como el filósofo y político Marcello Pera, ex presidente del Senado italiano, quien no dudó en declarar que el papa está jugando a la política mientras hay un cisma dentro de la Iglesia. Sus declaraciones hechas en Il Mattino, en Nápoles, fueron reportadas por Niccolo Magnani en el sitio web ilussidiario.net el 10 de julio: "El Papa Francisco hace más que sólo jugar a la política, pero en una entrevista realizada con Il Mattino, Pera dice que 'existe un cisma secreto dentro del mundo de la Iglesia, que está siendo perseguido por Bergoglio con obstinación y determinación.' Según las declaraciones del ex presidente del senado, quien es seguidor cercano de la teología y magisterio de Benedicto XVI y Juan Pablo II, el 'nuevo curso' que Francisco está tomando de manera absoluta, no lo convence; y ofrece una fuerte comparación: 'Finalmente, el Concilio Vaticano II ha explotado junto con todo su radicalismo revolucionario'. Según Marcello Pera, las ideas que están ocasionando el suicidio de la Iglesia y que dieron origen al magisterio de Bergoglio pueden encontrarse en el Concilio convocado por Juan XXIII. 'Este aggiornamento del cristianismo secularizó a la Iglesia y lanzó un cambio demasiado profundo, aun cuando, como era probable que provocara un cisma, se mantuvo bajo control durante los años siguientes.'" Esta opinión no está lejos de aquella hecha por Monseñor Lefebvre en Yo Acuso al Concilio, en 1976.

A pesar de los intentos por explicar el constante aislamiento del papa, tanto entre conservadores como progresistas, la batalla continúa, y en el Vaticano tratan de tranquilizarse diciendo, como reporta el artículo de Il Tempo mencionado arriba: "El efecto Bergoglio en la 'revolución' de la Iglesia puede verse fácilmente. Se puede hacer una comparación entre la popularidad del Papa, que no disminuye con el paso del tiempo, con sus caminatas por entre las multitudes en la Ciudad Eterna y durante sus viajes, y la bienvenida digna de una estrella de pop que lo recibe a donde va."

Para llegar al fondo del asunto, tal vez debamos tomar como ejemplo a Alemania; un país donde los obispos apoyan fervientemente las reformas del Papa Francisco. Un artículo publicado en el sitio web riposte-catholique.fr, el 26 de julio, titulado "Alemania: Catolicismo en descenso" ofrece una imagen alarmante: "Aunque la influencia de los cardenales y obispos alemanes aumenta en el Vaticano desde la elección del Papa Francisco, en Alemania el peso del catolicismo está en descenso. Todos los indicadores están mostrando señales de alarma, según las estadísticas transmitidas el 21 de julio por la conferencia episcopal del país.

"En el 2016, 162,083 católicos abandonaron la Iglesia (un poco menos que los 181,925 del 2015). Actualmente, hay 23,582,000 católicos, lo cual representa el 28.5% de la población. En 1996, había 27,533,000 (casi 4 millones menos en 20 años).

"En el 2016, se cerraron 537 parroquias. En veinte años, han desaparecido 3,000. El número de parroquias actualmente es de 10,280. Alemania tenía 10,280 sacerdotes en 2016 (en 2015 había 13,329: ¡3,000 menos!). El índice de participación en las misas dominicales ha disminuido del 10.4% en 2015 al 10.2% en 2016.

"En 1996, se registraron 259,313 bautizos, y en 2016 disminuyeron a 172,531 (aunque hubo un ligero aumento relativo en el número de bautizos en 2015 y 2016, si se compara con años precedentes).

En veinte años, el número de Primeras Comuniones ha disminuido de 291,317 en 1996, a 176,297 en 2016. Lo mismo sucede con los funerales: 243,323 en 2016, comparados con 286,772 en 1996." La conclusión: "El Rhin fluye en el Tiber, pero el gran río alemán se está secando..."

Fuente: ]]>![cdata[FSSPX News]]>![cdata[

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A Propósito del Nacionalcatolicismo

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Un querido amigo ha publicado en el blog de Cabildo y en Panorama Católico el artículo “Nacionalcatolicismo”. En él sostiene una tesis y muestra datos que la hacen más que verosímil. Mi propósito en este comentario es aportar otros datos en el mismo sentido, y ampliar el alcance de esa influencia a lo que se podría llamar un aporte indirecto (aunque no tanto) de las mismas fuentes.

La tesis: el tradicionalismo católico arraigó en la Argentina, y de allí en otros países de Sudamérica, sobre una feligresía (incluso algún sacerdote y varios seminaristas) de origen nacionalista. Del nacionalismo católico. Coincido completamente. No obstante lo cual, me parece que en su mirada ha querido ceñirse a un núcleo muy acotado, aunque central, porque es fruto de sus recuerdos personales y no un trabajo de investigación. Como tampoco lo será este.

La primera feligresía tradicionalista

Aunque luego se fue ampliando y en la actualidad el tradicionalismo se nutre en proporción importante de “gente de la calle”, y mediante sus obras de misericordia ha incorporado un caudal importante de población socialmente desfavorecida, muy alejada en historia y en formación de los que dieron aquellos primeros pasos fundadores, hay sin duda un aporte inicial de fieles que surgió y otro que sigue surgiendo de esta corriente de pensamiento, el nacionalismo católico. Y en los últimos años, Francisco mediante, se ha sumado gente que viene de institutos religiosos, así como de su feligresía de influencia, que sin ser tradicionalistas sino más bien conservadores en origen han sido inspirados por el pensamiento nacionalista católico en su formación. Indecisos por mucho tiempo, han visto en la resistencia tradicionalista la respuesta posible a esta crisis sin precedentes de la Iglesia.

Razones que explicó claramente Juan Lagalaye: en su tiempo, un grupo de sacerdotes esclarecidos educó a toda una generación en la noción fundamental de la Realeza Social de Cristo. Aves raras en medio de un clero argentino conservador pero poco alerta ante la amenaza del neomodernismo, y muchas veces cómplices involuntarios por ignorancia o por acedia de la recidiva del cáncer modernista fulminado por San Pío X. Recidiva que se manifestó en forma brutal con el Concilio Vaticano II, ante el cual no pocos prelados argentinos también reaccionaron bien, pero reaccionaron poco, y se fueron dando por vencidos, tal vez fundados en la esperanza de que “el próximo papa” corregiría esas desviaciones…

Lo cierto es que, con sus más y sus menos, desde el Concilio las cosas no hicieron más que empeorar, y los lodos del actual pontificado son el fruto final de aquellos polvos. Hoy las cosas son más claras. Mi propósito aquí es complementar con algunos recuerdos propios, naturalmente parciales respecto del cuadro histórico total, el aporte tanto directo como indirecto del pensamiento nacionalista a la fundación del tradicionalismo en la Argentina, lo que explica también esa migración de esta última hora.

El sur también existe

Por lo pronto no me ceñiré exclusivamente a lo que el autor considera “nacionalismo” en su vertiente conocida como “nacionalismo católico”. El mundo en el que yo me formé y milité desde la adolescencia era más amplio y en él convivían personas que habían tomado caminos políticos diversos, aunque todos bebían en forma directa o indirecta de las mismas fuentes, de aquellos célebres pensadores, escritores, apologistas, teólogos y líderes, en algunos casos, de acciones concretas de militancia política. Yo bebí la doctrina en este agua, en el seno de un colegio salesiano, ¡sí, no se espanten!, que ya había sido muy contaminado por el progresismo conciliar, pero conservaba cabezas esclarecidas que nos iniciaron precozmente en los autores y en las realidades necesarias para comprender en profundidad nuestra realidad. El resto del trabajo lo hicieron las hermanas carmelitas de La Plata, cuando nos descubrieron el camino mariano de San Luis María Grignion de Montfort.

Yo supe del P. Castellani, del P. Meinvielle, de Jordán Genta, de Alberto Falcionelli, de los Irazusta, de Ibarguren, etc. -son muchos- por mencionar solo a los locales, en las aulas de historia, en las conferencias, a las que algunos de ellos se acercaba generosamente a ilustrarnos, en la militancia de un núcleo nacionalista liderado (en un sentido intelectual) por el Prof. Juan José Alonso Grela, verdadero formador de generaciones de jóvenes en La Plata, cuna de la segunda capilla de la FSSPX, inaugurada en 1978 por el querido P. Jean-Michel Faure. Y sostenida con enorme esfuerzo por los fieles, que llegaron en los mejores momentos, a rondar las 60 a 70 personas.

De La Plata surgió, también, la primera camada de sacerdotes argentinos formados en Ecône, aunque dos de ellos eran nativos de la Capital Federal, pero todos estudiaban en el seminario diocesano platense. Alfonso de Galarreta, Luis María Canale, Edgardo Albamonte y Andrés Morelo, este último luego causante de un penoso cisma. El primero de la lista es uno de los obispos de la FSSPX, como todos saben.

Luego se sumaron otros, de los cuales destaco al P. Rubén Gentili, pero hay más. La FSSPX ha tenido a lo largo de su historia, en una proporción notable, bajas en su clero. La mayoría de ellos, sin embargo, continúan viviendo sacerdotalmente, ya sea que hayan optado por pasar a la “regularidad canónica” o a otras formas de “resistencia”. Creo que el cuño sacerdotal de Mons. Lefebvre, su fidelidad a los votos, debe destacarse, así como lamentar el desvarío en otros aspectos en ciertos casos.

Los motivos de esas deserciones son variados según los casos, pero pueden reducirse casi a una causa única: la falta de una cabeza lúcida en la Sede Petrina. Enfrentar y resistir a Roma era una tarea monumental para los católicos formados antes del Concilio. En la teoría se podía asumir la posibilidad de que un papa se desviase de la Fe, pero en la práctica, el ejercicio de la resistencia a esos desvíos era otro desafío mucho mayor.

Nuestra generación, en cambio, (corrijo aquí a Juan Lagalaye que me incluye en un listado de personas mucho mayores que yo), si bien fue “de la primera hora” tuvo la ventaja del virus rebelde, una especie de vacuna que nos podía afiebrar un poco, pero en definitiva nos formaba anticuerpos. A algunos, en cambio, la vacuna los enfermó gravemente, y en lugar de resistir las novedades pusieron todo bajo estado deliberativo, hasta el Concilio de Trento. Esta deriva se conoció bajo el nombre general y un poco impreciso de “sedevacantismo”. Porque hay entre los meritorios pilares de la FSSPX en la Argentina alguno que otro “sedevacantista” que reserva su opinión para su intimidad, y apoya el apostolado con perseverancia notable.

Quiero hacer un aparte para aclarar que cuando hablo de las horas en que cada uno fuimos llamados al combate, no pretendo establecer un orden de mérito sino una cronología. La parábola de los jornaleros nos ilustra sobre esta materia de un modo concluyente a fin de que nadie se haga ilusiones.

Figuras de esos tiempos

Siguiendo, pues con el relato, me veo forzado a aclarar algunos puntos que la experiencia personal del autor de Nacionalcatolicismo no alcanzó a registrar. Roque Raúl Aragón, ese personaje cultísimo, autodidacta, ameno y fiel a la tradición y a la patria era una de las figuras de ese elenco de intelectuales platenses (aunque tucumano). Su tocayo Horacio Aragón, militante de la política, alejado de la práctica religiosa, fue un obrero de la última hora. Este ferviente patriota, tras ser elegido diputado nacional por uno de los proyectos políticos de inspiración nacional más exitosos de los últimos decenios, con una salud muy quebrantada, tenía los días contados. En su lecho de muerte pidió un sacerdote “de esos que son amigos de Quantín” (Norberto, uno de los próceres fundadores de la FSSPX en la Argentina). En ese momento el malogrado P. Ceriani lo asistió con su celo característico por las almas y Horacio murió con todos los sacramentos. Es un obrero de la última hora.

Sobre Jorge Cernani Panopoulos se puede decir algo parecido pero no igual. Jorge fue toda su vida un apóstol de la devoción mariana. Al punto de sufrir penurias familiares por sus emprendimientos apostólicos. Apoyó en un principio, luego se mantuvo alejado de la FSSPX, y en sus últimos años, fue a vivir pobremente, en una casita muy sencilla y con la salud quebrantada a la vera del seminario de La Reja. Esos breves años fueron de misa tradicional y con sus nietos en la escuela del Niño Jesús.

En su misa de réquiem, en la iglesia del Seminario, crucé unas palabras con otro histórico militante nacionalista y tradicionalista, muy conmovido en esa ocasión: Ricardo Musckett, “Richie”. Me dijo: “Pensar que él me convenció a mí de la misa tradicional cuando yo no quería saber nada, y luego él se alejó”. Pero la Providencia, que reserva para el momento oportuno la recompensa de la fidelidad, lo llevó a morir allí, a metros de los sacramentos tradicionales. Jorge fue un obrero de la primera y de la última hora, y un obrero permanente de la devoción mariana.

Andrés de Asboth

Un pilar de esta obra, que escapa a la definición de “nacionalista” pero sin embargo se movió con comodidad y fue muy querido en este ambiente fue Andrés de Asboth. Este noble húngaro perseguido por el comunismo, desposeído de todos sus bienes familiares, se instaló en la Argentina y dedicó su vida al apostado. Hombre de familia rica en su origen, vivió gran parte de su vida en una estrechez conmovedora. Su figura gigantesca tenía un aire chestertoniano, porque era como un niño enorme. De gran fineza en el trato y componedor de conflictos. Poco antes de morir me llamó para saludarme, en realidad a mi familia. Yo no tenía noción de la gravedad de su estado de salud. Me habló con sencillez y agradecimiento por cierto servicio que mi esposa y yo le prestamos en un momento que requería asistencia médica urgente, porque no tenía ni seguridad social ni dinero para pagarla. Conservo un precioso libro de su biblioteca que nos regaló en agradecimiento. Luego comprendí que era su despedida, porque hizo lo mismo con muchos de sus amigos. Noble hasta el fin.

Su tumba se extiende junto a la del P. Sánchez Abelenda y más recientemente la de Norberto Quantín en el pequeño cementerio del Seminario de La Reja, con una sencilla cruz y una lápida de granito tosco. Obrero de la primera a la última hora.

Tras Andrés, sería injusto olvidar la figura del Ing. M. Roberto Gorostiaga, un empresario que pudo recursos importantes para sostener la revista Roma, gran difusora de la resistencia tradicional a los desvíos del Concilio y causa eficaz de muchas vocaciones y conversiones desde antes de la FSSPX. Gorostiaga sostuvo las obras de base de la Fraternidad en Buenos Aires, así como el primer edificio del Seminario. Cuando, por razones que no viene al caso referir aquí, el Ing. Gorostiaga retiró su apoyo a la FSSPX, Andrés de Asboth rompió con su mecenas y mantuvo la revista con grandes esfuerzos.

Pero así como estos esforzados y muy meritorios apóstoles de los que hablé arriba no eran “nacionalistas”, eran sí, personas que circulaban en estos ambientes con la credencial de su fidelidad católica, aunque no participaran en la militancia nacionalista católica o tuvieran alguna discrepancia de opinón. Un ambiente muy fluido en el que, según el talante de cada uno, se movían sin conflictos. A pesar de que los conflictos producidos por un cierto espíritu de “capilla” nunca han faltado.

Un “obrero del mediodía” que deseo recordar es Germán Zavalía, “El Negro”. Una tragedia en su vida lo alejó de la Fe. La Fraternidad se la devolvió. Fue un nacionalista de fuste, y a la vez ayudó a la conversión de personas que hoy se destacan por su apostolado en el ambiente tradicionalista. Murió como vivió: dócil ante Dios y retando a los curas por sus debilidades. 

El tradicionalismo de otra vertiente, pero de la misma

Creo de justicia recordar al Sr. Albizu y al Sr. López Badra. Ambos tienen historias de militancia muy dignas de mención. el primero entra en las jornadas ya descriptas por Juan Lagalalye. Holofernes López Badra, hombre del sur, ha sido un pilar del apostolado en la zona suroeste del Gran Buenos Aires. Su apostolado constante entre familias humildes llevó los sacramentos a muchísimos niños y sus padres. Ambas familias, Albizu y López Badra, tienen hijos sacerdotes en la FSSPX. Ellos, como otros fieles de la Fraternidad, se han formado bajo la influencia de los maestros clásicos del nacionalismo, y también en la escuela de Carlos Disandro. A Carlos Disandro lo conocí bien y tuve amistad con alguno de sus hijos. En la primera visita pública de Mons. Lefebvre, que recordamos en estas notas, se entrevistó con él. Fue un choque fuerte. No era el mismo espíritu.

Disandro era un ferviente sedevacantista, un gran humanista y a mi juicio un pobre teólogo. Lo que no desdice del agradecimiento debido por lo que aprendí de él. Si la condición de discípulo, cercano o remoto, de Disandro fuera excluyente para ser fiel de la Fraternidad se haría gran injusticia a muchos. Más allá del grado de adhesión a sus tesis teológicas, muchos de los militantes nacionalistas y luego tradicionalistas de la Fraternidad fueron antes alumnos de Carlos Disandro, muchos de los maestros platenses que menciono también lo fueron.

Volviendo a La Plata, hubo otros que fueron de la primera hora del tradicionalismo argentino, algunos discípulos de los hermanos Irazusta, otros integrantes de grupos de militancia política, en aquella Argentina revuelta por la guerra subversiva, en esos días de trágica violencia. De los primeros recordemos a los hermanos Sequeiros; Octavio, fiscal del crimen y profesor universitario de Letras, ya fallecido y Néstor Adrián, latinista, quienes con sus esposas sostenían las lenguas clásicas en la Universidad estatal de La Plata. Octavio, “Piquito”, enfrentó las veleidades de cierto gobernador militar del Proceso que protegía una secta infame, los Niños de Dios, porque los hijos del mandatario militaban en ella. Esto le valió una seria amenaza contra su vida. Néstor, latinista, fue el primer profesor “profesional”, con perdón de la paradoja, de esta materia básica del Seminario de La Reja, cuando se llegaba a él chapaleando barro por el medio del campo. Sus familias dieron hijos a la Iglesia, aunque fuera del tradicionalismo.

Era el momento en que el IVE hacía la guerra contra la FSSPX y el Opus Dei seducía a muchos con la opción del conservadurismo correcto. Luego, un recordado obispo de La Plata, Mons. Galán, renovó el aire viciado que había impuesto Mons. Plaza, como obispo un excelente empresario. Se abrió la misa tradicional bajo indulto por vez primera en la Argentina, que yo sepa. De allí nació también Miles Christi, que es formalmente una “minifraternidad”, aunque hasta ahora sin una respuesta definitiva al gran desafío: la misa tradicional.

Decadencia de la capilla de la FSSPX en La Plata

Lamentablemente una sangría de jóvenes, en general por razones de vocación, y –digámoslo también- cierta desatención de sus necesidades apostólicas, quitó vitalidad a esa capilla, que fue sostenida hasta el final de sus días por otros muy meritorios nacionalistas fundadores: los hermanos Villaamil, entrerrianos radicados en La Plata. Cabe mencionar allí a amigos de origen nacionalista que hoy están más o menos cerca, con relaciones amistosas con la FSSPX: Guillermo Cardinali, abogado, su esposa, Norma y toda su familia, por ejemplo. Desde el interior de la provincia de Buenos Aires asisten a las misas de la capilla de Tandil en la finca Las Dinas, propiedad de la familia Panighetti, viejos militantes nacionalistas también, y con una hija religiosa en esa institución.

Un cierto descuido de la feligresía de La Plata por parte de la FSSPX, decía antes, permitió su decadencia. Errores que se pagan caro a lo largo del tiempo, porque aún no se ha podido restablecer en ese lugar donde hay un campo enorme de apostolado.

Falange de Fe

Otro tema que me parece importante destacar es la importancia que tuvo un grupo político religioso llamado Falange de Fe en la primera visita formal de Mons. Lefebvre a la Argentina. El grupo se sumó a la organización de esta visita para esa fecha aportó gente de La Plata y participó muy cercanamente de los acontecimientos de aquella semana larga. Otros militantes provenían de Córdoba, Mendoza y otras provincias. Algunos de sus hijos son hoy sacerdotes de la FSSPX.

Muchos otros movimientos e institutos religiosos o laicos inspirados por sacerdotes se han ido luego acercando a la FSSPX. Los promotores de la Misa Latina en Buenos Aires, tras años de insistencia y falsas promesas, muchas de ellas de Jorge Bergoglio, en cabeza de Luis Seligmann Serantes y Felix Doufourq. Ellos mismos o sus hijos reciben hoy la asistencia de la FSSPX.

En cuanto a mí, con perdón, debo dejar en claro que he empeñado toda mi vida, desde mi primera juventud (tenía 22 años cuando participé de las jornadas históricas de la venida de Mons. Lefebvre), y llegué hace mucho a la convicción de que la FSSPX es el instituto más fiel lo esencial de la Iglesia tradicional. No gozo, sin embargo, desde hace tiempo, de las simpatías de muchos de sus superiores, por motivos que no me quedan del todo claros. Digo esto porque da más valor a mi testimonio: no soy un hijo dilecto ni mucho menos.

He conocido en ella a sacerdotes injustos, imprudentes, autoritarios y hasta un poco necios. Y a muchos de gran santidad de vida y cabezas brillantes. Debo decir que la gran mayoría de ellos, de todos ellos, ha sido siempre fiel a la Fe y a la misa. Han sido sacerdotes dignos, más o menos virtuosos pero dignos del nombre de tal. Lo cual es una prueba casi irrefutable de que la FSSPX es parte de la Iglesia, tal vez la mejor parte. Pero no una parte impecable ni necesariamente comprensiva con todas las personas ni en todas las circunstancias. Tal vez por la sencilla razón de que eso es imposible.

Y sin embargo han sido sus sacerdotes los que no solo me han sostenido en la Fe, y en las tribulaciones (a veces causadas por otros sacerdotes), sino también a mi familia. Ha sido para mí como la Iglesia, íntegra en la Fe y en la liturgia, falible en la conducta de algunos de sus miembros, ejemplar en la fidelidad en su conjunto.

Y ella fue posible en gran medida en este lugar del mundo por esta causa segunda argentina tan propia, una de sus glorias en medio de tantas miserias: el Nacionalismo Católico.

 

Nota. Agradezco a Juan Lagalaye esta excelente iniciativa de aportar recuerdos de aquellos días tan importantes a los que no se les ha dado el espacio que merecen. Lo mismo que a muchos protagonistas olvidados. Y serán bien recibidos todos los aportes de otros que vivieron ese tiempo. Siempre que se haga con el espíritu liberal con que hemos decidido encarar estos recuerdos. Liberal según la acepción tradicional del término, claro.

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Fátima, una ciudad tradicionalista

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La peregrinación de la FSSPX a Fátima los días 19 y 20 de agosto fue tal vez la más numerosa de la historia de esta institución. Se estima que participaron unos 10.000 fieles. Más de 150 sacerdotes además de seminaristas, hermanos y religiosas. Esto fue un reto de organización, ya que cada día los sacerdotes rezan la misa, y no concelebran, porque es una práctica ajena al Rito Romano tradicional. De modo que salvo los celebrantes de las misas centrales, todos los demás rezaban sus misas a lo largo del día.

Por testimonios muy directos sé que se vivieron estas jornadas, tremendamente calurosas (hasta 40º c.) con mucha alegría. Algunas de estas personas me han referido el encuentro con una sobrina de la Hermana Lucía. La anciana les manifestó que su tía le ha asignado la tarea de cuidar la casa paterna de la familia Dos Santos y manifestar a los visitantes este testimonio de parte de la vidente mayor: “El infierno existe, yo lo vi”. Un encargo que la sobrina de Lucía sigue cumpliendo fielmente. Esa necesidad de recordar la existencia del infierno, tan propia de Fátima y fielmente realizada por Lucía durante toda su vida, es un acto de misericordia del Cielo, para mover a las almas a rezar por la salvación de los pecadores. “Muchos se condenan porque no hay nadie que rece por ellos”.

Otro testimonio juvenil sobre esos días: “Fátima parecía un pueblo tradicionalista”. En cierto modo, se concentró por pocas horas un porcentaje enorme de católicos a la vieja usanza. Otra joven, conmovida por el uso de la lengua universal de la Iglesia latina, en las oraciones y ritos, se sorprendía a la vez de la necesidad del predicador de expresarse en cinco idiomas para hacer comprender sus palabras dada la diversidad de precedencia de los peregrinos. Pero en el culto por excelencia, la liturgia, todos fueron uno.

Los obispos realizaron una consagración de Rusia al Corazón Inmaculado. Un gesto que manifiesta el deseo de cumplir con lo pedido por la Virgen, aunque la consagración que solicitó la Virgen deberá ser realizada por el Papa en unión con todos los obispos de la Iglesia. Esa será la consagración que desate el final de esta terrible crisis y reencamine a la jerarquía y a los fieles. Y también devuelva la paz al mundo por un tiempo.

Ahora viene la perseverancia en la oración y la mortificación. La perseverancia en la Fe y en los ritos de la Iglesia. El incremento de la Esperanza y de la Caridad. Hasta el cumplimiento final de las profecías: “Finalmente, mi Corazón Inmaculado triunfará”.

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A Cuarenta años de una Fiesta, desde la Casa de al Lado

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Cuarenta años no es poco en la vida de un hombre. Dan tiempo para ajustar la mirada, y en ese lapso aparecen hitos, momentos que van adquiriendo significación, sentido, y se mantienen resplandecientes. Sobre todo cuando se nos induce al recuerdo, que despierta, cuando se lo evoca, con total claridad.

Y así me ocurre con la misa celebrada por Monseñor Lefebvre en la quinta de Guerrico, hace cuarenta años. Siempre en un recuerdo hay un clima, una nota dominante: y para mí es la fiesta lo que define aquel hecho en mi memoria. Una fiesta, en el sentido tradicional el término. En el origen de la fiesta genuina, nos enseñó Josef Pieper, hay un núcleo religioso, hay una referencia a lo divino. Donde al amor se alegra, nos dice, ahí hay fiesta. Y el amor remite a Dios. Una fiesta de la pura profanidad, clausurada en la inmanencia, es una triste parodia, como vemos a menudo en nuestra pobre época.

Un suceso central, con referencia a Dios, pues. Y una dimensión social, en el mejor sentido de la palabra: con quién celebro. A quiénes congrega la fiesta. Con quiénes la comparto. Cómo la fiesta me une con ellos.

Pues bien, a estas dos realidades que definen la fiesta, aquella de hace cuarenta años tiene referencias inequívocas: la Santa Misa, en su centro. Y los amigos, en el marco. Una Misa con amigos. Vaya si fue un regalo de Dios.

Y los recuerdos desfilan y se agolpan, desordenados. Se reviven sensaciones. El lugar, una de las viejas quintas de Buenos Aires, que ahora ceden a los dúplex y a los barrios cerrados. No es lo mismo. Los viejos las añoramos. Es difícil encontrarlas ahora. Y un día de sol, luminoso, tal vez agigantado en el recuerdo en este aspecto. Una fiesta diurna, solar. Y con un personaje central sorprendente.

Y así, en tropel, vienen las sensaciones. La persona de Lefebvre es remansada, acogedora. No estamos frente a un energúmeno. Bastaba mirar sus ojos, a los que veo todavía hoy como claros y serenos. Una voz tranquila, no declamatoria, sensata. Su palabra mesurada y esperanzadora. Y una Misa como la que había aprendido de chico, frente a los esperpentos que llovían sobre los templos después del desquicio conciliar: eléctricas, chabacanas, superficiales, desacralizadas, y qué no. La misa que intentaba explicarme mi padre, la de mi primera comunión, la de siempre. Y que mis prematuros contactos escolares con el latín, elementales pero que en un chico no se borran jamás, me permitían ir saboreando tempranamente.

Y un hombre valiente, firme sin estridencias, que da un testimonio, frente a nubarrones y fantasmas.

Todo esto en medio de una alegría sin bochinches, sin desmesuras. Y allí los encuentros con tantos amigos. Algunos con quienes nos veíamos con asiduidad, otros no tanto quizá. Y a los que no habíamos visto en mucho tiempo. El gozo del reencuentro en torno al altar, con sacralidad, dignidad, decoro. Un sano entusiasmo que llevaba a meditar, a reflexionar, a conversar distendidos y reconfortados con aquellos amigos. No haré aquí una enumeración como mi viejo amigo Juan Lagalaye lo hiciera prolija y magistralmente. Pero todavía me conmueven algunas sorpresas, al ver y saludar algunos a quienes no imaginaba cruzarme allí. Así un antiguo y venerado maestro, a quien tanto debo, que ya está en la casa del Padre. El gozo nos inundó a los dos, y con muy pocas palabras nos entendimos perfectamente.

En fin, un recuerdo luminoso y ejemplar. Que enciende la esperanza.

 

Ver artículos precedentes sobre el mismo tema: ]]>![cdata[Nacionalcatolicismo]]>![cdata[ y ]]>![cdata[A Propósito del Nacionalcatolicismo]]>![cdata[

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La Consagración producirá la conversión de Rusia

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Mi Corazón será tu refugio
y el camino que te conducirá a Dios

Sermón de Monseñor Fellay el 20 de agosto de 2017 en Fátima

con motivo de la celebración del Centenario de las Apariciones

 

Fátima da miedo. Nuestra Señora, mensajera del cielo, se dignó aparecerse a tres pastorcitos, y a pesar de su ternura materna, no dudó un instante, con una psicología totalmente celestial, en mostrarles el infierno, esa realidad que marca el destino de un número incalculable de seres humanos: la condenación eterna. Realidad pavorosa –ya que ese infierno no está vacío–, que es consecuencia de una vida humana no conforme a las exigencias de Dios, tal como se encuentran resumidas en sus mandamientos.

Fijémonos en el Evangelio. Una de las realidades en que más insiste Nuestro Señor es el infierno. Es Jesucristo quien nos enseña que hay un camino ancho, el camino fácil del placer, que conduce a la perdición, y que muchos son los que entran por él; mientras que el camino del Cielo –porque hay un cielo– es un camino arduo, pedregoso, y pocos encuentran la entrada estrecha de este camino (Mt. 7 13-14). Por desgracia, los hombres de Iglesia pretenden hoy tranquilizar las conciencias, abriendo caminos que no existen. Con ello, lejos de cumplir con su deber, merecen el calificativo de asesinos de las almas.

1º Fátima inspira un temor saludable

Sí, Fátima da miedo, si se consideran las consecuencias del pecado en esta vi-da. La guerra da miedo; y Nuestra Señora no dudó en revelar a esos niños que «si el mundo no se convierte, habrá una guerra más terrible que la primera» –la Primera Guerra Mundial–, en la cual «naciones enteras serán aniquiladas». Nuestra Señora no habla figuradamente: naciones enteras serán borradas del mapa. Y el mensaje de Fátima deja muy claro que estos males son consecuencia del pecado.

No hace falta ser muy entendido en ciencias o en teología, para comparar la situación del mundo –de esas naciones católicas en 1917, cuyo comportamiento les mereció una Segunda Guerra Mundial–, con nuestra situación actual, cien años más tarde. ¿Se ha convertido el mundo? ¿Promulgan los Estados leyes más conformes a los mandamientos de Dios? ¿Y pensamos que así pueden ir bien las cosas? Sí, eso da miedo. Y tenemos razón de tener miedo.

Sin embargo, este miedo es saludable. Es también la Sagrada Escritura la que nos dice que «el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría» (Sal. 110 10; Prov. 9 10). Y Dios, hablando por boca de San Pablo, nos dice que hemos de «obrar nuestra salvación con temor y temblor» (Fil. 2 12).

El temor es una disposición interior imperfecta, que corresponde a nuestra condición de creaturas caídas, inclinadas al pecado. Nuestra naturaleza, dejada a sí mis­ma, nos arrastra al pecado. Por eso necesitamos ese temor saludable. Es ese temor, ese miedo, es el que nos hace volvernos hacia Dios para pedirle su ayuda, y para responder como se debe a esa mano que El nos tiende desde lo alto del Cielo.

2º Fátima inspira la verdadera esperanza

Por eso mismo, Fátima es a la vez un mensaje de esperanza. El objeto de la esperanza es un objeto futuro y posible, pero difícil de alcanzar. Y el camino del hombre en la tierra es difícil, pero posible. Es posible con la ayuda de Dios, de ese Dios que nos envía a su Madre, y nos entrega el Corazón de esta Madre como medio de salvación. «Quienes practiquen esta devoción –esta devoción querida por Dios: “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado”–, se salvarán». Es una promesa incondicional: «Quienes practiquen esta devoción se salvarán».

Esta es, pues, la esperanza que viene a darnos el Corazón de María: una esperanza orientada hacia Dios, totalmente vuelta hacia el Cielo.

3º Fátima invita a la reparación

Pero ¿en qué consiste esta devoción que nos lleva al Cielo, esa protección inaudita en un tiempo tan duro e increíble como el nuestro? Es sencillamente una aplicación del Evangelio. Y el primer punto que nos recuerda, y que nosotros solemos olvidar, es la reparación. Para librarnos del pecado, hemos de reparar. Así nos lo dice Nuestro Señor mis­mo, el Salvador: «Si no hacéis penitencia, todos pereceréis» (Lc. 13 5). Esta vida de penitencia es un deber esencial del cristiano; es más, podría decirse que es como la primera respuesta a las malas inclinaciones que llevamos en nosotros: ¡hay que hacerlas morir! De ahí viene la palabra «mortificación». Y la Santísima Virgen nos invita a ella de dos maneras admirables.

La primera, pidiéndonos que reparemos las ofensas que se hacen contra Ella. De este modo Ella nos incita a amarla, recordándonos que hay otras cosas que amar, fuera de nosotros mismos. El primer mandamiento es el de amar a Dios, y no a nosotros mismos: amarlo con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente; y luego, amar al prójimo, y no a nosotros mismos. Y aunque se dice que el amor bien ordenado empieza por sí mismo, sólo nos amamos rectamen­te cuando nos olvidamos de nosotros mismos para amar a Dios.

Reparar para consolar a la Virgen inmaculada, a su Corazón inmaculado y doloroso, y consolar también a Dios. Ese pensamiento de reparar y consolar a Dios, tan ofendido por el pecado, fue la obsesión del pequeño Francisco, la que en dos o tres años logró hacer de él un santo y conducirlo al Cielo.

La segunda, vinculada a esa mortificación, es la de sacrificarse por tantas almas que caen en el infierno, porque no hay quien se sacrifique por ellas. Nuestras pequeñas y grandes penas, nuestros sacrificios y mortificaciones, las contradicciones que sufrimos, y todas las cosas que son para nosotros motivo de dolor y que intentamos evadir, podemos transformarlas fácilmente en medios de salvación: basta aceptarlas como venidas de la mano de Dios. Y entonces salvan a las almas: les hacen evitar el infierno y las conducen al Cielo. ¿Quién, en esta perspectiva, no estaría dispuesto a hacer estos sacrificios? ¿Quién sería lo bastante egoísta para decir: «Lo siento, pero yo dejo caer a esta alma en el infierno», cuando tan fácilmente y sin peligro podría ganarla para el Cielo, por la aceptación de esas pequeñas contradicciones de cada día? No soñemos con cosas heroicas y extraordinarias: tenemos a nuestro alcance las pequeñas cosas… El Corazón de Jesús dijo a Sor Lucía: «La penitencia que hoy pido es el cumplimiento del deber de estado», de ese deber que hemos de hacer de todos modos.

Ese es, pues, el primer elemento de esta devoción al Corazón Inmaculado: la reparación. El primer remedio del pecado es esta mirada asidua a la Cruz, a Nuestro Señor crucificado, a lo que El ha hecho por nosotros; y a su Madre, que estaba junto a El: «Stabat Mater».

4º Devoción mariana y consagración de Rusia

El segundo punto que nos recuerda la devoción al Corazón de María, tal vez el más importante, es que hemos de hacer de este Corazón materno nuestro refugio, según Ella misma se lo dijo a Sor Lucía: «Mi Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios». Nuestra Señora nos abre su Corazón y nos lo ofrece como refugio; a nosotros nos toca entrar en él, y practicar esta devoción con la confianza de un hijo hacia su Madre, esperándolo todo de su protección materna y de una tal guía. Y Ella no sólo será nuestro refugio, sino también el camino que nos conducirá a Dios. Esta promesa es como un pasaporte en el viaje, como un salvoconducto en el camino a través de este mundo infernal.

Estamos muy particularmente protegidos por el Corazón de María, que es la devoción que Dios quiere dar al mundo de hoy como medio de salvación. Comprendamos y tomemos en serio estas palabras del Cielo. No practiquemos superficialmente esta devoción. Hagamos los actos que nos pide, como los cinco primeros sábados de mes, pero no de manera maquinal o rutinaria, como diciendo: «Ya hice mis cinco primeros sábados, ya he cumplido; ahora sigo mi vida». No, no es eso lo que el Cielo quiere. Lo que Dios pretende es invitarnos a entrar en una verdadera relación personal con el Corazón Inmaculado de María, una relación que comprometa toda nuestra vida.

Es más, la Santísima Virgen nos habla de consagración, y muy especialmente de consagración de Rusia. Consagrar es una palabra muy precisa; quiere decir dar, dedicar totalmente, de modo a perder la propiedad. La propiedad de la cosa se transfiere a la persona a la que se consagra. Cuando Ella pide que el Sumo Pontífice le consagre Rusia, le está pidiendo al representante de Nuestro Señor en la tierra que le dedique ese país de manera particular, con los poderes que se requieren para ello, y que sólo él ha recibido de Nuestro Señor. Con ello Nuestra Señora muestra un amor privilegiado hacia ese país que se alejó de la Iglesia hace ya mucho tiempo.

Sor Lucía fue formal: este acto, que es de hecho muy sencillo –¿qué puede costarle al Papa hacerlo, y cumplirlo según los pedidos de la Santísima Virgen?–, producirá en un instante la conversión de Rusia. Conversión de Rusia es una expresión muy precisa, que quiere decir que Rusia volverá a ser católica. Pretender hablar de conversión excluyendo que sea a la Iglesia católica, es burlarse de la gente. Dios, que es todopoderoso, ha puesto en las manos de María esta gracia, este poder de hacer milagros; no sólo el del sol, sino un milagro aún más asombroso: la conversión de un país entero mediante una sencilla consagración hecha por el Santo Padre, al que se unirían los obispos del mundo entero. Ese país, desde ese momento, quedará entregado a la Santísima Virgen.

Esta idea de consagración hemos de aplicárnosla también a nosotros mismos. Nada nos lo impide; al contrario, Dios nos invita a vivir esta consagración a la Santísima Virgen. Podría decirse que este es el aspecto más perfecto de la devoción al Corazón Inmaculado. Es nuestro modo de responder, según nuestros pobres medios, a los pedidos del Cielo. La Santísima Virgen no sólo quiere darnos un manto que nos cubra, sino ser Ella misma realmente nuestro refugio. En un refugio se entra y se vive. Y este refugio, además, nos conduce a Dios, nos lleva al Cielo.

Conclusión

Al final de esta Misa, nos volveremos hacia la Santísima Virgen María, y renovaremos anticipadamente la consagración de Rusia, como Monseñor Lefebvre lo hizo aquí mismo hace treinta años. Con este acto de consagración protestamos que, en la medida en que está de nuestra parte, queremos consagrar este país como Ella lo pidió. Sabemos que esto no basta, pero tal vez sirva para alcanzarle las gracias a quien debe hacerlo.

Al mismo tiempo, le ofreceremos toda nuestra cruzada del Rosario, todos los frutos de esta oración. Pero no pensemos que con esto se termina la cruzada… Termina, sí, oficialmente la cruzada pedida, pero no la práctica de la misma por cada uno de nosotros. Si hemos pedido rezar tantos rosarios, y vivir esta vida de sacrificio, es para que eso continúe. Es la misma Virgen la que reclama tanto la penitencia como la oración del Rosario.

Seamos, pues, fieles a los pedidos de Nuestra Señora. Y de todo corazón esperemos su triunfo, que llegará cuando y como Dios disponga, pero llegará.

© Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora C. C. 308 – 1744 Moreno, Pcia. de Buenos Aires

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P. José María Mestre Rocjmmr.sem@gmail.com



 

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